PULSO SINDICAL Nº 256 DEL 17 AL 23 DE OCTUBRE DE 2014
Siempre hemos expuesto en
el Pulso lo que creemos se debe destacar cada semana, pero también estamos
abiertos a considerar todas las observaciones y aportes que nuestros lectores y
difundidores nos hacen.
Saludar a los curas fue una
forma de expresar el apoyo a personas valientes, que siendo parte de la iglesia
se permiten en algunos momentos diferir de las orientaciones que ésta hace y,
más aún, son capaces de exponer valientemente sus diferencias.
Esto no significa que sean
seres santificados que no cometen errores. Por lo mismo y junto con saludar la
valentía de quien envió los antecedentes, queremos hacer pública la queja que
da cuenta del actuar que tuvo años atrás el cura Felipe Berríos y que significó
problemas para trabajadores sindicalizados. Me reservaré el nombre de quien
reclama pues así se me ha solicitado:
“Felipe Berríos no se merece ninguna consideración.
En 1995 despidió a todos los trabajadores de Infocap por haber osado pedirle
mejoras salariales a través de una negociación colectiva, ya que durante 11
años se negó a hacer ninguna mejora a través del diálogo con el sindicato,
hasta que los trabajadores dijeron basta. Su precio fue el despido una vez que
terminó el fuero laboral. Lo único que concedió fue una caja de tomates para el
paseo anual. Entre otras cosas se negó a considerar días por defunción de
familiar directo”.
Hace varios años, un cura
junto a un religioso de otra grey no se comportaron muy bien con algunos
trabajadores, la mayoría profesionales dignos y grandes defensores de los
derechos humanos, y los despidieron. Di algunas asesorías laborales y me
permití cuestionar el uso de
causales de despido, propias de explotadores y cobardes y no de seguidores de
Dios. Aproveché de denunciar estas prácticas no muy santas en una columna de
opinión semanal, que por entonces tenía en una radio, lo que provocó gran
malestar (tengo muy bien guardados todos los documentos que prueban lo que
digo). Entonces el partido donde militaba me exigió desmentir lo que había
expuesto, a lo que me negué. No vale la pena profundizar en los costos pagados
por esto, solo decir que no me arrepiento para nada de lo que hice.
Esta cualidad de meterse en
la patas de los caballos es propia de algunos dirigentes sindicales y se pagan
costos por ello, sin embargo hay que seguir echando para adelante. Por eso,
cuando hace algunos años recibimos la denuncia de algunos trabajadores que
habían sido dejados fuera de una demanda en base a engaños, no dudamos en reunir
antecedentes, cerciorarnos de su validez y hacerlos públicos.
Eso nos costó una querella
por difamación. Expuse nuestra verdad y finalmente se me absolvió. Meses
después los mismos dirigentes querellados que debieron pedir disculpas,
lograron se les pagará lo que reclamaban. O sea, no era falso su reclamo.
Entre los testigos del
querellante se presentaron dirigentes sindicales y abogados.
Uno de estos últimos fue
don Eduardo Contreras M. quien por estos días está en la cresta de la ola por hablar cosas que se
supone no hablan los embajadores.
¿Que dijo este señor que ha
provocado tanto enojo al extremo que aún hoy, al cierre de este Pulso, diversas
personas le piden que renuncia a su cargo. Es que acaso ha mentido poniendo en
riesgo la estabilidad y la credibilidad del país al que está representando?.
Nada más lejos que esto. Lo
que Contreras M. hizo, fue exponer una verdad histórica del porte de una
catedral, así como una teoría sobre algunos hechos recientes ocurridos en
Chile.
Es indesmentible que la DC jugó un importante rol en la
generación de las condiciones para el golpe de estado en 1973, hay miles de
testimonios escritos y grabados que dan cuenta de ello.
Si el único problema hasta
ahora es que ese partido no ha pedido perdón al país por su nefasto rol. Y eso
no empaña para nada el gran aporte que a la recuperación de la democracia
hicieron miles de sus militantes en los más diversos planos.
Así es que convengamos que
hasta aquí Contreras no ha hecho más que decir la verdad.
Discutible podría ser su
afirmación en cuanto a que la derecha empresarial está tras los bombazos. Y
digo discutible solo por la carencia, hasta ahora de antecedentes, aunque todos tenemos claro
como trabaja la derecha económica.
Sin embargo Contreras, don
Eduardo, este valiente defensor de los derechos humanos, que no trépido en
pararse firme ante los esbirros de Pinochet y demandar juicio y castigo, parece
sufrir de la misma enfermedad que afecta a la cúpula de su partido y a otros,
que hace no mucho tiempo se paraban ante cualquiera que quisiera retrotraer la
historia. Como se dice vulgarmente, Contreras
tiró el poto pa’ las moras
Primero dijo que las
declaraciones las hizo en una conversación privada y que no correspondían
totalmente a lo dicho (la consabida muletilla, me sacaron de contexto). Eso
llevó a que los responsables del periódico La Diaria ratificaran que todo es tal como lo
informaron y que no hay nada que rectificar.
Llamado a informar, y
cuando se esperaba que reconociera que se había equivocado pero por que los
embajadores no deben decir esas cosas y no por que estuviera errado en sus
apreciaciones, en vez de renunciar dignamente se manda el numerito.
Eduardo Contreras M., ha
pedido perdón por sus declaraciones.
Patético, impresentable.
Podría entenderse en
política y con un aliado, ¿pero pedir perdón a los empresarios?, a los mismos
que abusan y explotan a los trabajadores que su partido se dice llamado a
defender?
Cada quien sacará sus
conclusiones, cuestionará o apoyará al individuo, pero es claro que los
derechos de los explotados no serán defendidos por los que piden perdón a los
explotadores. Así de simple, así de claro.
Es una obligación seguir
poniendo elementos en la mesa, cuando de reformas laborales se trata. Nosotros
lo hemos hecho e incluso hay un proyecto de ley presentado por 4 diputados, proyecto en el que se tocan
demandas de mucho tiempo.
En esta ocasión debemos
llamar la atención sobre algo que está pasando colado y que no parece ser
preocupación, por ahora, del gobierno ni de “representantes laborales”.
Me refiero específicamente
a la indemnización por años de servicios, establecida sin tope hasta el golpe
militar, disminuida a 150 días por la dictadura y elevada a 330 días por el
gobierno de Aylwin y desde ahí congelada hasta la fecha.
No solo se hace necesario
demandar la restitución de un derecho tan importante, sino también iniciar la
exigencia de cambios al Seguro de Cesantía, tanto en aquello que permite la declaración y el no pago, como en la
facultad patronal de descontar de la indemnización por años de servicio su
aporte al mismo, lo que implica en los hechos que el trabajador recibe un 20%
menos.
Es urgente que los
dirigentes asumamos la educación sobre este y otros temas para comenzar a
entregar elementos a los trabajadores para la defensa de los derechos.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE
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